Un buen hombre

Hombre
Una mujer con un buen hombre FOTO: WEB
- en Opinión

Cecilia Muñoz / ―¡Qué bueno que por fin encontraste un buen hombre!

Te lo dice sonriendo como nunca te ha sonreído antes. Su emoción crece cada vez más mientras decide incluirte en sus salidas semanales de pareja, a las que por fin podrás ir con tu buen hombre. ¡Te vas a divertir tanto! Y las demás parejas, amigos suyos, estarán encantados de conocerlos, pues hace tiempo que no tienen entre sus filas a dos tortolitos en pleno comienzo del romance.

Pero tú comienzas a preocuparte. Es un buen hombre, pero no le gusta salir con tus amigos. Especialmente le tiene inquina a V., porque dice que lo mira “muy fijamente”, y tú no has querido explicarle que eso es porque le contaste lo de la discusión del otro día, la que se originó por tu amigo que te llamó “guapa” en Facebook. V. es excelente oyente, pero a veces puede llegar a ser muy… rara. Suele hablar de la gestión de sentimientos, de trabajarse los celos, de fomentar la compersión… Y aunque es muy buena oyente, parece nunca querer escuchar que hay cosas que no se pueden controlar, como el amor y sus locuras.

O que, por ejemplo, ahora mismo tengas 15 mensajes de él que dicen lo mismo: “¿Dónde estás?”. V. diría que eso es acoso, pero tú crees que hay que considerar que vivimos tiempos difíciles y que cualquiera se preocupa por una mujer, especialmente una como tú, tan bonita, “pero tan torpe y despistada”.

Le contestas mientras tu acompañante sigue enlistando las posibilidades de la noche de parejas. Le dices con quién y dónde estás, te aseguras de mandarle dos puntos junto a un asterisco y respiras. Qué extraño. No sabes cuándo empezaste a aguantar la respiración.

Quizás sea que te sientes culpable. Estás en una cafetería que te encanta, pero probablemente demasiado cara. Y lo que pediste te fascina, pero tal vez sea un gasto innecesario. Él ya te ha dicho que no te controlas, que desembolsas el dinero en gastos superfluos. Pero te lo dice por tu bien, para que el día de mañana no pases un apuro. Haces cuentas rápidas y te das cuenta de que sí, gastaste demasiado. Tendrás que mentirle cuando te pregunte. Es lo que pasa cuando encuentras pareja: ya no puedes hacer lo de antes. Hay que resignarse.

Frente a la cafetería donde tú y tu acompañante están, pasa un contingente de mujeres. Ruidosas, vestidas con tonos violeta y violentas gritan al unísono “¡vivas nos queremos!”. Ves una con el torso desnudo y apartas la vista, avergonzada. Pero no te atreves a juzgarla. Te repites que vivimos tiempos difíciles y que algunas tienen la mala suerte de encontrarse con hombres terribles, incapaces de respetarlas, enfermos, desquiciados… Lo que no entiendes es cómo no se alejan de ellos. Tú te irías a la primera.

Pero tú no corres peligro. Ya encontraste un buen hombre.

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