Las “Reinis” y las “nalgas exquisitas” del magistrado

Magistrado
El magistrado Juan Manuel Sánchez Macías FOTO: WEB
- en Opinión

Édgar Hernández* / 

¡Si me piden mi renuncia, “se las firmo”!, Flavino…Pues, que no se siente porque se la van pedir tras exigirle acuda al MP

Juan Manuel Sánchez Macías, con sus “nalgas exquisitas” –no las de él, sino las de su pervertida mente- nos regresó a la mente el infausto imperio del calzón quitado que impusieron Fidel Herrera y Javier Duarte, para permitir el acceso de la mujer veracruzana a la escalera del poder por la vía del sexo.

Al destacar las capacidades de las mujeres, al magistrado presidente de la Sala Regional Xalapa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Juan Manuel Sánchez Macías, se le hizo muy fácil pontificar que está de acuerdo con la paridad, “pero que lleguen por capacidad intelectual y no por tener nalgas exquisitas”.

¿Nalgas exquistas?.. ¿Pues qué son garnachas de Rinconada?

Acaso Sánchez Macías –con su acepción, quien sabe si muy digna de un alto magistrado porque a estas alturas ya ni en quien creer- fue traicionado por el subconsciente que le regresó a la memoria aquellos días felices de la Fidelidad cuando abrieron las franquicias para que se fundaran notables gremios como las “Reinis” y las “Barbies” y esos ejércitos de menores de edad que reclutaban en las giras del gober para de inmediato traerlas a Xalapa y pasarlas a la báscula.

Eso sí, bien pagadas.

Incluso a las más aguzadas, con derecho a plaza de 60 mil pesos cuyas plazas salían directamente de la Secretaría de Gobierno con cargo a la Dirección del Registro Civil ¡Vaya paradoja!

Y para las más bravas –esas que amenazaban con rajar con las esposas de los pervertidos- con derecho a casa chica, bueno… casa mediana tirando a grande como aquella que estuvo en los “espacios educativos” que se llevó como premio una mansión en Costa de Oro con vista al mar, camionetaza y una docena de guaruras.

O esa distinguida que con el sudor de su frente construyó un edificio, o la que le dio el dinero a su apá para que edificara un hotel, o la menos afortunada que le pagaron para que el cirujano plástico –el más acreditado de México- le pusiera cara nueva, pechos extra grandes, pompas destacadas y ropa de marca…con carrazo, jugosa aviaduría y una American Express ¡Yo no viajo sin ella!

Y qué me dice usted de aquella que compró residencia en Coatexpan de superlujo, chamba de aviadora en el ayuntamiento y casa de fin de semana en Emiliano Zapata.

O esa nenorra que aseguraba en su página iba a ser presidenta de México con el apoyo de Javier Duarte y solo terminó de millonaria repartiendo despensas… ¡vaya desilusión!

Y cómo olvidar a quienes dieron Notarías o posiciones de gobierno estatales y federales no jugosas, sino jugosísismas…

En fin, que de las “Reinis” se pueden contar muchas historias de sexo, poder y dinero; de las “Barbies” se puede hacer un kamasutra; de las representantes populares –algunas de manera localizada- que se enfiestaron y atascaron de vicios, sexo y millones de pesos a cambio de levantar el dedito y de las 40 principales –que no es la lista de las mejores canciones- que lo mismo se ocupaban como acompañantes –“escorts”, les dicen esos mamones- que para otras cosas que, como dirían los persignados, inconfesables de contar ¡Líbreme el santísimo.

Toda una época de esplendor, como en la vieja Roma, como en la Francia imperial, como en los reinados bananeros… como en nuestro asaltado y saqueado Veracruz por una caterva de maleantes liderados en este último tramo por ese gordito Javier Duarte, prófugo de la justicia, quien –dice Reynaldo, se sentía “guapo, inteligente y chingón”.

Y si eso dice Reynaldo que no dirían las recipiendarias.

La evocación insisto viene a propósito del pervertido abuelito, el magistrado Sánchez Macías, quien está cierto que las mujeres hacen falta en los Congresos federal y estatales, en el Senado, gubernaturas y hasta la Presidencia de la República, pero “deben llegar al cargo por capacidad y saber mandar, organizar, tomar decisiones y tengan trabajo de partido y en la función pública”.

Con esas aptitudes “pero no porque están bien buenas y tienen nalgas exquisitas, porque se están acostando con el líder, el gobernador en turno, el titular de alguna dependencia o el director de la empresa”, abundó.

El indigno magistrado, a quien seguramente no gustaría le dijeran eso a su hija o a las mujeres de su casa, algo ha de saber para hablar con tanta precisión.

Seguramente se enteró de las andanzas de las mujeres del general, que no fueron pocas.

Las mismas que se ostentaban como las “preferidas” de Duarte, las que podían feisbuquar con el patrón en el momento que quisieran, recomendar a sus cuadernos, hacerle pataletas y tomar decisiones de alta responsabilidad política como irse en grupo a Dubai en el avión de Jorge pero jurando por ésta que no iban a subir las fotos.

“Lo que sucede en el Palacio de Duarte, se queda en el Palacio de Duarte!”, decían jocosamente estas delicadas damas cuyos interminables días eran de opíparas comidas y cenas de cuento de hadas… Pero no, no, no… que de hadas ni que la fregada: tipo Buckingham.

Fiestas y bacanales los fines de semana, camionetas – aunque sea esas pinchurrientas Suburban de a millón- que tan gordo caían porque todos los secretarios usaban la misma marca por exigencia de la norma.

Y esa corte de secretarías, secretarios, choferes, ayudantes, chefs, la chacha y el del administrativo para lo que se ofrezca. Mmm…

Eso era lo más padre.

Gustaban en palacio a los hombres de poder esas bellezas tan, pero tan brillantes, las que destacaban por su inteligencia, por su sabiduría y no como dice el vulgar  magistrado por sus “nalgas exquisitas”… ¿Qué es eso, mi chómpiras?

Son los idus de noviembre.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo

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