Javier Duarte, “y estás que te vas y te vas…”

Gobernador
Javier Duarte Duarte de Ochoa FOTO: PRENSA GOBERNADOR ELECTO
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Armando Ortiz / Llegó a la oficina una persona a decirnos que Javier Duarte ya estaba redactando su carta de renuncia. Esa información, nos decía nuestro interlocutor, se la pasó gente bien informada de la Ciudad de México. Por supuesto nosotros no se lo creímos, y no lo creímos por varias razones, primero para no vernos decepcionados, segundo porque Duarte, ya lo ha demostrado, se defiende como “gato panza arriba” y tercero porque ya son varias las ocasiones que andan diciendo que se va y se va y se va y no se ha ido.

A veces pienso que es tanto nuestro deseo de que Duarte se vaya que, como sucede a los tamales, nuestros deseos se pasman y salen crudos. Hace dos años, cuando andaba como “chivo en cristalería” ya lo hacían en el gabinete de Peña Nieto como director de la Procuraduría Federal del Consumidor. Pero Javier Duarte no se fue, antes bien a cada regreso presumía su falsa fortaleza. Un año después también sonó fuertemente su salida, pero no se fue y Javier Duarte regresó presumiendo su gran amistad con Peña Nieto. Algunos políticos del centro estaban asombrados, Peña Nieto le estaba concediendo a Duarte todo lo que le pedía: La gubernatura de dos años, la llegada del cisne al PRI, después el manejo de la elección.

Más tarde llegó la etapa de la elección, y por la actuación de Javier Duarte algunos pensaron que ya estaba de salida, pues el señor representaba un verdadero lastre para el candidato del PRI Héctor Yunes; el mismo Héctor pedía la salida de Duarte, pero no se la concedieron, lo que llevó como consecuencia su inminente derrota.

Una vez perdida la elección se esperaba que Duarte saliera por fin de la gubernatura de Veracruz. Se habían descubierto las famosas empresas fantasma, ya el auditor de la federación había lanzado el “ojalá”, como una súplica para que el gobierno federal metiera a Duarte a la cárcel; ya se habían descubierto sus propiedades a nombre de familiares y amigos; pero Duarte no salió.

Los últimos descolones del presidente Peña Nieto para Duarte no dieron una luz de esperanza. Por fin Peña Nieto nos estaba demostrando que estaba con los veracruzanos y no con el gobernador corrupto, alguna vez su cómplice, nunca su amigo. Pero Duarte, como el dinosaurio de Monterroso, todavía sigue aquí.

Hoy leemos con atención que algunos columnistas anuncian que a Duarte ya le llegó su hora, y hasta dan pormenores de lo que vendrá. Pero no es que consideremos que esos columnistas no estén diciendo la verdad, simplemente que ya no queremos decepcionarnos. Porque el día de mañana y pasado mañana y la próxima semana, Duarte seguirá siendo gobernador hasta el 1 de diciembre.

Estamos condenados a su sombra; sabemos que Javier Duarte algún día se tendrá que ir. Pero como la sombra del Cuervo de Poe, de las consecuencias de su mal gobierno no podremos liberarnos “nunca más”.

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