La codicia y mezquindad de Javier Duarte

Mezquindad
Javier Duarte de Ochoa
- en Carrusel, Investigación, Opinión

Armando Ortiz / La codicia en una persona no cabalga sola, en varios de los casos se deja acompañar por la mezquindad.

¿Y qué es la codicia? La codicia es ese afán insano de poseer lo que no nos pertenece. El adúltero es codicioso precisamente por ello, porque teniendo abrevadero busca saciar su sed en una fuente ajena. Lo mismo el ladrón, pero no el ladrón que roba por necesidad, sino el ladrón que a pesar de tener riquezas, busca hacerse de más riquezas de manera ilegal. Su codicia cabalga en él como uno de los jinetes de su apocalipsis personal.

¿Y qué es la mezquindad? Al respecto dice la Biblia que “el que siembra liberalmente, liberalmente segará, pero el que siembra mezquinamente, mezquinamente también segará. En el diccionario de la Real Academia Española el término mezquino se refiere a alguien “Falto de generosidad y nobleza de espíritu”. Pero en una segunda acepción un ser mezquino es alguien “pequeño, diminuto”.

Mejor definición no se podría pedir para el gobernador Javier Duarte en los últimos momentos de su sexenio. Los resultados de las elecciones el 5 de junio lo disminuyeron de tal manera que se requiere de una lupa para poder contemplarlo; máxime si después de su operación perdió más de 40 kilos. El gobernador, ante la disminución de poder que ha sufrido busca de manera urgente hacerse ver grande con la única arma que posee: la prepotencia.

Es por ello que al final de su carrera como gobernador, y sabiendo que dejó escapar una oportunidad histórica, busca imponer su voluntad, complicando en ello a un Congreso sumiso y a unos alcaldes imbéciles (sin báculo) que se prestan para su juegos mezquinos.

A los primeros, diputados cómplices del desastre que queda en Veracruz, los está manipulando para que en esta Legislatura que fenece nombren al fiscal anticorrupción, para así tener a alguien que les cubra la retirada. Esos mismos diputados también se complicaron en otro acto de mezquindad gubernamental. Y es que Duarte no piensa dejar nada al próximo gobernador, ni siquiera el transporte aéreo que él ocupaba, y que no le pertenece, porque se pagó con el dinero de los veracruzanos. Duarte, haciéndose pasar por generoso, “regaló” a la Fiscalía, cuyo titular es su cómplice también, las dos aeronaves que estuvo utilizando, incluso de manera personal. Pero en ese acto de fingida generosidad está un acto mezquino; si por Duarte fuera se llevaría cada bloque de Palacio de Gobierno a su casa, para que Miguel Ángel Yunes no tuviera edificio desde donde gobernar.

Asimismo el gobernador se ha reunido con una runfla de alcaldes que en su imbecilidad no acaban de comprender que Duarte de Ochoa sólo tiene ruindad para compartir. Ya los echó a andar para que a la manera de la CONAGO (Consejo Nacional de Gobernadores) en los tiempos de Fox y de Calderón, formaran un grupo de resistencia en contra del próximo gobernador; qué frentazo se van a llevar muchos de esos alcaldes.

Falto de generosidad y nobleza de espíritu, así se está comportando Javier Duarte, quien como el gran solitario de Palacio busca seguir gobernando desde un trono que ya le queda grande, desde una posición donde ya nadie lo ve, desde su propia mezquindad, que es consecuencia de su gran codicia.

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