Javier Duarte, matar al Padre

- en Carrusel, Investigación

Armando Ortiz / Las mitologías antiguas de las culturas más importantes hablan de un padre cruel que devoraba a sus hijos. Cronos había castrado a su padre Urano, y para no correr la misma suerte que su padre, Cronos devoraba a sus hijos. Hasta que un día sus hijos lo asesinaron y construyeron el Olimpo (ver relato).

¿A qué viene todo esto? La mitología veracruzana señala que Javier Duarte, el hijo mayor de la dinastía Fiel acudió a un restaurante en La Condesa con intenciones de por fin devorar al padre, de hacerlo a un lado y levantarse él como el nuevo “macho Alpha”. Esto daría preeminencia al hijo, lo colocaría en el trono del padre y los diputados bastardos se inclinarían ante él y lo llamarían como él llamó durante mucho tiempo a Fidel: “Padre”. Pero eso no sucedió (ver nota).

Puros mitos. Primero porque Javier no ha leído a Freud y menos a Levi Strauss. Si lo hubiera hecho, desde el principio de su gobierno hubiera mandado a Fidel a…. el hades. Pero al no hacerlo y permitir la connivencia, no convivencia, connivencia con él, tuvo que aguantar su oscura sombra durante los 5 años que lleva de gobernador; sombra oscura que nunca dejó ver la brillantez del joven economista doctorado en la Complutense.

Debió devorarlo desde el principio. Cronos lo hizo con Urano, Zeus lo hizo con Cronos. En México hay también ejemplos. Cárdenas lo hizo con Calles, el “jefe Máximo de la Revolución”. Más recientemente Zedillo lo hizo con Salinas. Lo hizo a tiempo, ya teniendo el poder en las manos. Luis Donaldo Colosio quiso hacerlo antes y las consecuencias para él fueron fatales. Zedillo, consciente de que su progenie lo habría de devorar, entregó la Silla Presidencial a la oposición y salió huyendo del país.

Pero Duarte no pudo hacerlo con Fidel, ese padre feroz, ávido y celoso, que reservaba a las mujeres para él y ponía a sus hijos a que le cargaran la maleta. Duarte no pudo porque Fidelera Urano y Cronos al mismo tiempo. Nadie pudo castrar en él los deseos de perpetuidad. Javier no tuvo los arrestos para quitárselo de encima. Para colmo surgieron muchos bastardos, hijos putativos de este engendro que se multiplicaron y saquearon como quisieron al estado. Pero Javier no podía hacer nada, porque no tuvo el valor de matar al padre. Por ello nunca se ganó el respeto de los bastardos.

A estas alturas, si se pelean o se siguen apreciando, ya resulta irrelevante. El daño que causaron al estado no se va a revertir con su separación; así se peleen y se separen, ellos siempre estarán unidos.

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