Veracruz, me dueles ¿Qué te hicieron?

- en Opinión

Imposible largarse de vacaciones cuando la tierra donde vives está incendiada.

¿Quién detiene la masacre?

Van 14.

¿Hasta cuándo? ¿Es que no hay poder humano que pare la escalada de muerte contra los periodistas veracruzanos?

Rubén Espinosa ¡No vive! como dicen las consignas mezcladas de rabia con llanto de los periodistas en protesta en la Plaza Lerdo.

¡Está muerto!..

Fue atado de pies y manos, masacrado el rostro con un mazo y ejecutado de un tiro en la cabeza.
¿Así o más crueldad?

Cuando corresponsal de guerra conocí al periodista Bill Stewart de la cadena ABC de Estados Unidos. Era 1988. Fue en Managua. El con la responsabilidad de «cubrir» a la Guardia Nacional somocista en la ciudad y quien esto escribe «reportear» y «grabar», la guerrilla en la zona rural para canal 13, hoy TV Azteca.

Así, Bill y yo decidimos intercambiar material televisivo tal como había sucedido en El Salvador y Panamá y Guatemala… y Colombia.

Ese 20 de junio de 1979 salimos a trabajar temprano. Lo volvería a ver esa tarde, pero ya tendido con un tiro en la nuca.
Avanzaban por la avenida de los Mártires del Primero de Mayo de la colonia El Dorado, cuando una patrulla de la Guardia Nacional les ordenó que se detuvieran.

Acompañado por su intérprete, Bill Stewart se dirigió hacia al soldado que estaba al frente, al tiempo en que Céfalo y Clark, ayudante y camarógrafo, conectaban el equipo. Llevaba en la mano su acreditación de prensa del gobierno de Nicaragua y una bandera blanca.

Bill le dijo al milico que no hablaba español y que era periodista estadounidense. El guardia le ordenó tirarse boca abajo y de un riflazo acabó con su vida.

La muerte de Bill sería filmada por Jack Clark. Las imágenes darían la vuelta al mundo y la dictadura de 60 años de la familia de Anastasio Somoza se vendría abajo abriéndose Nicaragua a la libertad con gobiernos democráticos.

Su muerte, la muerte del gringo, bastaría para liberar a todo un pueblo.

En Veracruz van 14 y no pasa nada.

En San Salvador, mi querido Nacho Rodríguez Terrazas cayó bajo las balas de un francotirador cuando reporteábamos en las calles de San Salvador. Fue un 8 de agosto de 1980 ¿cómo olvidar la fecha?

Tras el artero crimen sobrevino la ruptura de las relaciones diplomáticas y la caída de la represora Junta Militar y su brazo terrorista, el «Escuadrón de la Muerte».

Su muerte daría paso a la libertad de una nación.

En Veracruz van 14 periodistas muertos y no pasa nada.

No estuve presente en Chile en 1974 cuando un camarógrafo filmó su propia muerte con una cámara de cine Arriflex, justo cuando la gendarmería atacaba el Palacio de la Moneda por instrucciones de Pinochet, hecho que marcaría esa costumbre de los represores de ajusticiar a la prensa de denuncia.

En Veracruz van 14 periodistas muertos y no pasa nada.

De hecho estamos esperando saber quién será el 15 de la lista, quién dejó de portarse bien, quien se descuidó por un momento y fue levantado o tras la amenaza no hizo el ruido mediático suficiente para dilatar la embestida que más tarde que temprano arrebatará su vida.

En Veracruz la prensa, sus representantes han sido ajusticiados, cercenados, decapitados, con tiro de gracia, arrojados a fosas en pedazos, inventado historias de investigaciones, fabricado culpables, escapando de la realidad con boletines oficial increíbles, justificando el crimen con el «no pasa nada», dejando al olvido el tema y sumando día a día estadísticas mortales de comunicadores que al propio presidente de la República, Enrique Peña Nieto le vale madres.

Se les ha acusado de estar ligados al crimen organizado, de andar metidos en asuntos de drogas, de dedicarse a taxistas o comerciantes y tener malas compañías o amantes irascibles como fue el caso de Regina Martínez…

Puros juegos de artificio ya que lo cierto, como dijo premonitoriamente el fotoperiodista masacrado Rubén Espinosa, es que «La muerte escogió a Veracruz como su casa para vivir ahí»…

Pero, ¿es que sociedad civil, organizaciones humanitarias, asociaciones defensoras de periodistas, los de los derechos humanos, la federación, los mismos periodistas no somos capaces de alzar la voz para parar esta escalada?

¿Es tanto nuestro miedo o es que somos incapaces como gremio de unirnos para exigir respeto al derecho universal por la libertad de expresarnos y manifestarnos?

Hoy ya no es posible callar más ante tanto crimen, ante tanto abuso de autoridad. La propia supervivencia de quienes hemos sido advertidos, agredidos, acorralados y arrinconados nos obliga a gritar ¡Ya basta!

Ha llegado el momento que la república intervenga para detener esta escalada por medios legales, con la aplicación estricta de la ley, con el pago a los culpables y el deslinde de responsabilidades.

La PGR, Gobernación, Derechos Humanos y las autoridades ministeriales federales no pueden ser cómplices del no pasa nada… por ello el abuso y la impunidad.

Hoy no cabe la simulación. Tampoco el sabadazo o el pretexto de yo no estuve porque me fui de vacaciones. Veracruz está ardiendo. Veracruz tiene un problema que requiere una cirugía mayor.

Veracruz, me dueles.

Cuando empezaron a caer nuestros compañeros pálidamente decíamos que no éramos ovejas para que nos mataran a la hora que se les diera su gana. Luego que las vidas humanas no tienen precio. Hoy decimos que estamos dispuestos a dar nuestras vidas por defender nuestra libertad de expresión aunque sigamos llenando los cementerios.

¿Cursi?

Tal vez. No se ve, sin embargo, otra forma de defender nuestros derechos ante la masacre que se está sucediendo contra los periodistas. Y es que hoy en Veracruz se está viviendo una regresión que hace recordar el «¡Mátalos en caliente! De Porfirio Díaz.

Decía Belisario Domínguez:

«¿No veis, cuán obscura se presenta actualmente la situación del país, cuán tenebroso parece el porvenir? Lo primero que se nota es la profunda debilidad del gobierno».

«Victoriano [Huerta] tiene el cerebro desequilibrado, su espíritu está desorientado además del desequilibrio producido por su constante obsesión cree que él es el único capaz de gobernar a México y de remediar sus males, el pueblo y aun algunos miembros de las Cámaras están desempeñando el papel de Sancho y ven en sus soldaditos de once años de la Escuela Preparatoria, veteranos más aguerridos que los de Julio César. Si Huerta, desequilibrado, está poniendo en iminente peligro a la patria, ¿no toca a vosotros, que estáis cuerdos poner un remedio a la situación?».

Tan sólo dos semanas después de que el senador chiapaneco Belisario Domínguez pronunciara su discurso ocurrió un mortal suceso:

Fue secuestrado del hotel en donde se hospedaba en el DF y fue ejecutado en el panteón de Coyoacán. Ante este hecho el gobierno huertista diluyó ilegalmente al Congreso, además de que ordenó el encarcelamiento de varios legisladores. Difundió asimismo que le habían cortado la lengua.

Quedaba claro que ante la incapacidad de su gobierno, el dictador intentó acallar por cualquier medio a las voces opositoras.

En Veracruz hay una regresión en el tiempo.

La prensa, sin embargo, habrá de ser el detonante. Será el pivote que nos lleve a corregir la relación, no entre la prensa y el gobierno, sino en la forma de conducir a una entidad, que es más que un país por sus habitantes y extensión, así como por su valor cultural, cívico, político, social y económico que representa.

Urge a Veracruz retornar por el camino de la democracia, la honestidad y el respeto a su organización civil.

Lo del colega Rubén Espinosa es más allá que otro asesinato, es el detonante como lo fue el periodista de «La Prensa de Nicaragua», Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, pivote de la insurgencia sandinista, un Cid Campeador, después de muerto.

Por eso, hoy Veracruz me dueles ¿Qué te hicieron?

Tiempo al tiempo.

*El columnista es Premio Nacional de Periodismo

Todos los derechos reservados. Este material no puede ser publicado, reescrito o distribuido sin autorización.